quarta-feira, 28 de outubro de 2009

DON SILVA PALOMEQUE



DON SILVA PALOMEQUE




Llegaba a Minas de Corrales con mi familia y la mudanza. Era el tercero traslado que sufría en la permanente persecución a que me sometían las autoridades del Banco República. Había alquilado una pequeña casita en la periferia del pueblo. La casa estaba al frente del terreno y después venia un espacio de unos ochenta metros por cincuenta.

La quinta estaba sucia, con pasto alto donde resaltaba el tanque de agua y algunos pequeños árboles de duraznos con poco tiempo de plantados.

Mientras me dedicaba a llevar muebles, desde el camión hasta la casa, percibí que un hombre blanco, bajo, con un viejo sombrero que dejaba ver en sus laterales un blanco cabello escaso y liso vistiendo ropa de trabajo en el campo, remendada con muestras de largo y sufrido uso, alpargatas y una asada apoyada en el hombro estaba parado en el portón. Lo saludé y el me preguntó:

- Joven…no quiere que le limpie el patio y la quinta?

Lo miré casi como sorprendido porque no esperaba la pregunta.

- Mi amigo…(le dije) recién me estoy mudando y no lo pensé…creo que lo haré después…

- Joven… tiene niños chicos y es peligroso por los bichos!

La prisa por terminar la mudanza, la realidad ante los ojos y la necesidad que vi en el “hombre viejo” que estaba ante mi me hicieron tomar una rápida determinación:

- Esta bien hágalo… no tiene apuro por terminar, después hablamos del precio.

No me respondió y no había terminado de hablar cuando ya estaba caminando rumbo a la quinta.

Serían las ocho de la mañana. Poco tiempo después había terminado mi tarea tome baño, vestí mi ropa de trabajo y apenas alcance a ver que en las proximidades de la casa ya había sido hecha la limpieza.

A las seis de la tarde volví del trabajo y me sorprendió ver toda la quinta limpia, el pasto amontonado en algunos lugares y próximo a la casa la tierra había sido dada vuelta y algunos canteros hechos.

- El señor ya hiso todo eso? - Le pregunte a mi mujer.

- Si, tiene sesenta y cinco años, vení a ver, esta quedando lindo. Él almorzó con nosotros; es un amor de respetuoso, cariñoso con los niños. Me dijo que viene mañana y que va a plantar verduras, que la tierra es muy buena…, se llama Don Silva Palomeque.

Llegamos a plantar tomate, cebolla, ajo, lechugas, zanahoria, frutillas, repollos, morrones. Hacíamos orejones, salsas de tomate y morrón. Ideamos un sistema de riego por goteo.

Don Silva fue el abuelo de mis hijos que los enseño a querer la tierra.

Cuidó de mi familia cuando la dictadura me llevó, vendiendo verduras y llevándole a mi mujer el fruto de la venta.

Salió de casa cuando la muerte lo llevó.

Don Silva Palomeque…un regalo de Dios para mi y mi familia. Debe estar haciendo canteros en el paraíso.

lille/2009

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